lunes, 12 de enero de 2009

La Magia del Rio San Benedito (Última Parte)

Pesca en Brasil La magia del río San Benedito (Última Parte) Habían transcurrido los mágicos días de pesca y solo nos restaban dos jornadas antes del regreso. La acumulación de paisajes y situaciones sorpresivas en la pesca además del aprendizaje continuo que íbamos recibiendo, nos llenaba de satisfacción. En esta última entrega nuevas especies y su fantástico comportamiento. Textos Ariel Robledo Fotografías Gerardo Martorina
Cada mañana era diferente, cada día tenía su condimento especial en Thaimaçu. Natal, siempre con una sonrisa, nos recibía en la costa del río después del suculento desayuno y en pocas palabras nos explicaba la especie que buscaríamos. En esta mañana, la idea era probar la pesca de los pacúes, en sus diferentes especies. Para ello, el guía cargó en la embarcación un balde con maíz y soja, con el cual cebaríamos el sitio escogido. También llevó anzuelos pequeños en aparejos conformados por un líder de acero de unos 10 cm. y un plomito corredizo de unos 10 a 15 gramos. Había llovido durante toda la noche, y la mañana se presentaba un poco fresca, no mucho, pero al menos era un alivio y seguramente con el cielo nublado el sol no haría trepar la escala mercurial tan alto, como en días anteriores. Iniciamos la marcha por el San Benedito, y con la clásica ansiedad de encontrarnos con cosas diferentes, como había sucedido en todo nuestro viaje. Llegamos hasta un sitio en el cual la corriente pegaba contra una punta y se formaba un gran remanso. La fuerza del agua no era importante, y sobre la costa había muchos camalotes. Natal arrojó varios puñados de maíz y soja al agua, y lentamente y si hacer ruido comenzamos a preparar los aparejos. Unas vez listos los equipos lanzamos al agua los aparejos encarnados con un solo maíz por anzuelo. Apenas cayeron al agua comenzaron los piques sutiles de los peces. Algunas llevadas eran enérgicas pero tan veloces que cuando queríamos cañear errábamos los piques. Varias clavadas erráticas hasta que el guía logra prender una presa. La fuerza que proponía el pez y los bruscos desplazamientos laterales exigían al máximo al equipo liviano que teníamos. Cuando apareció en superficie, realmente nos impactó ver a un pequeño pacú que tenía tanta fuerza. “Este es el pacú payaso o rayado…” nos comentó Natal, y lo fotografiamos varias veces por su particular belleza. Llega hasta portes de 2 kilos, y en estos tamaños se suelen pescar muchos, una hermosura del río que inauguraba una nueva mañana. Inmediatamente clavé uno de mayor tamaño, y después Natal nuevamente volvió a pescar otro. En estos ambientes, es común pescar estos pacúes, pero también están los otros de mayor porte, por lo que nunca debemos distraernos. Sacamos varios pacúes payasos, y Natal sugirió lanzar un poco más lejos, quizás lográbamos otra especie. Así lo hicimos y apenas cayó mi carnada al río una frenética llevada me sacó varios metros de nailon. ¡Pacú borracha! Grita el guía, y casi en el medio del río veo saltar la redondeada silueta de un pacú que paralizó mi corazón. No lo podía creer, uno, dos, y hasta tres saltos con el pez haciendo piruetas en el aire, me terminaron de enloquecer. Una cosa indescriptible, y una potencia fantástica, para un pez que no era de gran tamaño, pero que sin dudas sabe como hipnotizar a los pescadores. El pacú borracha, es una especie que también se puede pescar en las cascadas en donde su fuerza se duplica. Lo traje lentamente hasta la lancha y cuando lo tuve en las manos, le di un beso, porque se lo merecía. Simplemente impactante, la velocidad y la fuerza, además de sus saltos, hacen de este pez uno de los más buscados en el San Bendito. Muchas fotos, mucha felicidad y devuelta al río, donde se merece estar por siempre. No terminábamos de comentar las particularidades de este magnífico pez, cuando Natal, prende otro, que salió disparado aguas arriba, y cuando lo pudo frenar el pescador, dio varios saltos generando la algarabía de todos. Lo trajo con mucho cuidado, ya que había muchas ramas semisumergidas y este pez suele buscar esos obstáculos para enredarse y cortar la línea. Cuando lo saca del agua, le digo a Natal que quiero seguir pescando pacúes, y con voz serena, y para volverme más loco todavía, me dice que a la tarde íbamos a ir a pescarlos a las cascadas. Ya había llegado el mediodía, y de regreso a la cabaña, ingresamos a la llamada “Laguna limpia”, un verdadero paraíso de aguas totalmente transparentes, en donde podíamos ver los peces, y en donde se puede bañar para aplacar el intenso calor amazónico. Para cerrar la mañana, una joven anta, que estaba refrescándose en el agua, mansamente se dejó filmar y fotografiar. Llegamos al mediodía al lodge, y como siempre un buen almuerzo y una reparadora siesta con aire acondicionado, nos cargaron las pilas para iniciar la pesca de la tarde. Las cascadas Tal como nos había prometido el guía, navegamos hacia las “Cascadas del jaú”, un lugar imponente, con cientos de cascadas que se bifurcan en varios cursos y en donde se pesca el jaú, un pez similar al manguruyú, que habita en las piedras que se ocultan bajo esta fortísima corriente de agua. Antes de comenzar la pesca, aprovechamos para sacar miles de fotos y filmar muchos minutos de estos paisajes cautivantes que posee el San Benedito. Sinceramente un paraíso, algo que solo se puede y se debe apreciar con todos los sentidos, ya que explicarlo resulta muy difícil. Aquí bajamos los equipos más pesados, ya que si lográbamos prender algún Jaú, sería imposible sacarlo con equipos livianos o medianos. Para esta pesca a la espera se utiliza un anzuelo 10/0 con plomo de 250 gramos, nailon del 0,90 mm y reeles con capacidad para cargar 200 metros de este grosor. La caña, apta para este reel. La gran potencia que tiene el Jaú lo tornan incontrolable, y solo la suerte dirá si el pescador puede o no sacarlo de estos ambientes. La carnada que se emplea es un pedazo de “curimba”, pez similar a la boga de nuestros ríos. Se tira el aparejo al agua, y se espera el violento pique que puede llegar rápido, o tardar unas horas… o no llegar nunca… Mientras aguardábamos el pique del jaú, Natal se trepó a lo más alto de la cascada, tomó una alga que brota entre las piedras y la ató a un anzuelo con un hilo de goma. Lanzó al medio de la cascada, y en escasos minutos, lo veo al guía aferrarse a la pequeña caña que casi se le escapa de la mano. Gritos de Natal, y la caña que parecía que iba a explotar. Lo mirábamos atentos, y de pronto en la superficie veo el salto de un hermoso pacú borracha. ¡Ese es el que buscábamos! Comentamos y lo veo a Natal tratar de bajar desde lo alto de la cascada con la presa prendida del extremo del nailon. Por momentos cambiaba de mano porque casi se le acalambra el brazo, ya que la fuerza que hacía por sostener a la presa con el equipo liviano, era increíble. Cuando logra bajar desde lo alto, el pacú salta nuevamente en la superficie y toma un nuevo impulso para desaparecer bajo la intensa corriente. Unos minutos más de esfuerzo, y por fin el pacú aparece planchado cerca de la costa. ¡Increíble, una locura! Gritábamos y Natal, emocionado miraba a su equipo de pesca y no lo podía creer. Verdaderamente una situación de película la que vivimos. Probamos en varios sectores el pique del bravo Jaú, pero nunca llegó, y entonces decidimos retornar para pescar más pacúes frente a la cabaña, en otras cascadas muy veloces. De regreso, vimos una familia entera de monos que descansaban bajo la tupida sombra de unos esbeltos árboles. Ya frente a la cabaña, nos cruzamos y caminando fuimos bordeando las cascadas. Natal, volvió a sacar unas algas de entre las piedras y con ellas encarnamos. Apenas caía el aparejo al río, y se perdía entre los remolinos, llegaba la llevada franca de los pacúes. Realmente una sensación maravillosa la de pescar con estos gladiadores de aguas rápidas, con los cuales nunca se sabe como terminará la contienda, ya que aún estando a escaso metros, un roce entre las piedras podía dejarnos sin nada en la manos. Capturamos varios, y muchos se fueron debido al corte del nailon. Igualmente la satisfacción, y la adrenalina que generaba cada pique eran indescriptibles. Ya de noche, lanzamos con un pequeño pedazo de “curimba” en nuestros aparejos, y pude lograr un Jaú de porte pequeño, que me costó arrimarlo a la lancha con mi equipo de spinning. Si a este pez, lo llegamos a prender en las cascadas y su peso supera los 20 kilos realmente creo bastante complicada la faena del pescador para acercarlo. Pura fuerza, pura potencia en su robusto cuerpo.
Ultimo día Había llegado nuestro último día en Thaimaçu, y como siempre Natal nos aguardaba en la costa. En esta última jornada, la idea era pescar dos especies que hasta ahora se nos habían negado, por un lado el bravo trairao, y por el otro el bello y potente pirarara. Navegamos un buen tramo, hasta que el guía ubicó un gran pozón en medio del río. Aguardamos unos minutos hasta que la calma se apoderó del lugar, y Natal cortó un buen pedazo de “curimba” con el cual tentaríamos a este imponente bagre. En un anzuelo 12/0 y con un líder de acero de 50 libras, lanzamos el aparejo al río. El equipo que utilizamos era bien pesado, con un reel que tenía capacidad para cargar 200 metros del nailon 0,90 mm., una vara de unas 70 libras. “Demasiado equipo…” pensé, mientras veíamos como el plomo de unos 80 gramos caía al agua llevándose a las profundidades un suculento banquete. Nos preparamos para aguardar varios minutos, con paciencia, como es la ley del pescador. Por un instante el silencio y la concentración eran tan profundos que casi no teníamos tiempo de pensar en nada, solo escuchar el bullicio encantador de miles de aves que eran nuestra música constante. De pronto, siento deslizarse el nailon de entre mis dedos, lentamente primero, para después comenzar a salir de manera alocada, casi sin posibilidades de detenerlo. Me paro, trabo el reel, y cuando quise cañear, me di cuanta de que no era broma lo que en el fondo se había entusiasmado con mi carnada. No alcancé a elevar toda la caña, a mitad de camino una fuerza detuvo el recorrido y casi me tira de la lancha. Pirarara! Grita Natal, y mi corazón que estaba a punto de estallar. Clavo una, dos, mil veces, y del otro lado un contrincante de ensueño de esos que jamás imaginé encontrar. La pelea fue breve, pero muy intensa, cuando vemos aparecer en la superficie un bello bagre de cuerpo amarillo con marrón y cola roja. Pirarara, se lo denomina por su similitud con un ave que se llama Arara, y que tiene cuerpo amarillo y cola roja. Su belleza era imponente, tan solo 16 kilos y una potencia enorme. El peso de este pez llega a los 40 kilos y más, y es por ello que se utilizan equipos potentes, ya que de lo contrario sería imposible sacarlo del río. Abrazos, fotos y la felicidad inigualable que solo nos ofrece la pesca deportiva y este maravilloso rincón del mundo. Muchas fotos, de esas que jamás olvidaremos y que ya se lucen en la pared de mi casa. Un gran abrazo a Natal, por las vivencias y a brindar con la famosa Guaraná, compañera infaltable de nuestros días de pesca para aplacar el calor. El gran cierre
Otra de las bestias que nos faltaba sacar era el trairao, un pez con el que tuve un encuentro cercano pero que me dejó mudo y sin respuestas cuando cortó el multifilamento. Habían pasado varios días y no los podíamos ubicar. Pero como si en esta historia solo valdrían los finales felices, llegamos a un sitio en el cual vimos mucha actividad cerca de la costa. “Son trairaos….” Dijo Natal con voz serena, como para no espantar al bravo pez. Lanzamos los artificiales y los trairaos seguían el señuelo unos centímetros pero no lo atacaban. Fue entonces que Natal, sugirió que le coloquemos “carnada natural” para conseguir los piques. En uno de los lances, vimos el borbollón, pero no tomaron el ofrecimiento. Al instante lanzo hacia otro sitio y siento que el pez toma mi carnada y la desplaza lateralmente. Cuando siento que el nailon estaba bien tenso, mi corazón se aceleró alocadamente, y produje el cañazo de manera enérgica y firme. Siento un estallido y veo ¡mi caña rota! Con el nailon que se metía bajo la vegetación acuática. ¡No puede ser! Era increíble, pero la vara no resistió la potencia del pez cuando se sintió pinchado. Inmediatamente natal, tomó el fino nailon 0,30 y con sus manos intentó acercar al furioso pez. Cada vez que intentaba acortar la distancia, el trairao, pegaba una nueva corrida quemándole la piel al guía. “Si lo sacamos es un milagro…” pensé, mientras veía el sacrificio de Natal por recuperar a la presa. Pasaron varios minutos de incertidumbre, hasta que veo que con la mano el guía logra tomar el líder de acero. ¡Acá lo tengo, rápido el boga grip! Gritó el baquiano, y cuando lo pudo sujetar, estalló de alegría. ¡Imponente trairao de unos 8 kilos, un verdadero torpedo del río, un pez maravilloso! Nos abrazamos con Natal, y no dejamos de elogiar su voluntad para que esta presa que nos faltaba estuviera decorando las fotos. Alegría, emoción, felicidad indescriptible, y la fortuna que en este caso estuvo acompañándonos. Muchas fotos, muchos gritos, y el pez nuevamente al río, a donde debe estar porque es un contrincante de lujo, que se merece el mayor de los honores. La tarde caía, como un telón cuando finaliza una obra fantástica, llena de aplausos, brindis, saludos, y por mi mente las miles de imágenes que jamás olvidaré de un viaje sencillamente brillante. La lancha desplazándose serenamente, el corazón repleto de mágicos momentos, y la mente atestada de cosas para compartir con mi familia, mis amigos y por supuesto ustedes, que siguieron paso a paso esta aventura. Nos despedimos del San Benedito, con la promesa de volver, porque quienes amamos la pesca y la naturaleza siempre queremos volver a esos lugares que se marcan a fuego en la piel y el alma. Un agradecimiento especial para mi familia: Marisa, Valentín y Santiago, por bancarse mis viajes. A Gerardo por ser parte de esta aventura y su familia porque también lo extrañó. A Jorge, Carlos y Alfredo, mis socios, y también hacedores de este viaje. A las empresas que nos dieron todo su apoyo para concretar este trabajo de varios días. A todos ustedes por ser parte de El Pato. Thaimaçu Lodge sobre la margen del río San Bendito, ofrece alojamiento para 32 pescadores, con habitaciones y baño privado, aire acondicionado, servicio de lavandería, pensión completa con bebidas, lanchas amplias y cómodas para dos pescadores con refrigerio. Consultas: 00 55 66 3563 20 55 thaimacu@thaimacu.com.br http://www.thaimacu.com.br/ También consultas por servicios de pesca en Brasil, Ruy Façario, Programa Planeta Turismo: diretoria@planetaturismo.com Por otras sugerencias: arobledo@edicionesnativa.com.ar Quienes nos apoyaron: A Ruy Façario; a Posada Thaimaçu; a las empresas que hicieron posible este viaje. Kiero SRL; Indumentaria Forest Leather; Armería Las Colonias S.A; Cabaña Los Abuelos (Puerto Piracuacito – Santa Fe); Foto Centro Digital (Santa Fe); La Siciliana artículos de pesca y camping; Gonzalo Galán.