sábado, 14 de marzo de 2009

ITA IBATE – YAHAPE – ITATI : Pesca en Paraiso

ITA IBATE – YAHAPE – ITATI

VACACIONES EN PARAISO
Si pensamos en los grandes trofeos que esconde nuestro Paraná, ya sean el dorado, el surubí o el pacú, son especies que muestran su mayor actividad cazadora en la temporada estival, por lo que desde la apertura de temporada hasta entrados los primeros días de mayo es el momento ideal para disfrutar de los mejores pesqueros del alto Paraná.

Por Mario D´Andrea

Como todos los años hablé con mi amigo Daniel Teitelman, de Cabañas Puerto Paraíso, para hacer un seguimiento en algunos de los principales pesqueros del alto Paraná, con la ventaja de contar en cada uno de estos puntos con la logística y la calidad de servicio de Puerto Paraíso. En esta oportunidad las condiciones del río eran muy diferentes a otras, lamentablemente, como todos sabemos, la cuenca está atravesando por una de las bajantes más pronunciadas de los últimos años, lo que nos generaba dudas sobre lo que podría llegar a suceder. Aunque muchos piensen que con estas condiciones los cardúmenes son más fáciles de encontrar, debemos tener en cuenta el calentamiento del agua, la falta de correntadas en las canchas que estábamos acostumbrados, entre otros factores. Por otro lado, tenía la oportunidad de concretar una experiencia inigualable, en condiciones con las que nunca me había topado. Para ponerle un condimento más, en esta ocasión me acompañaba mi familia, así que el objetivo no era sólo pescar, sino también disfrutar de uno de los lugares más lindos de nuestra Argentina. Siempre les contaba de mis aventuras en estos sitios y ahora tenía la posibilidad de que ellos lo vivan en carne propia.

ITÁ IBATÉ

Llegamos a Itá Ibaté a media tarde y, como es costumbre, nos estaban esperando con todo listo. Una vez que nos ubicamos, bajamos a la playa para ver el majestuoso río y esperar el regreso de las embarcaciones para conocer las noticias que traían. El sol prácticamente ya había bajado en el horizonte cuando llegó la primera lancha, las caras de los tripulantes no eran muy alentadoras, pero la realidad era muy diferente: cuando se acercaron vimos un hermoso cachorro de unos 20 kilos, que en la última pasada les había quitado el aliento. Para mi sorpresa al hablar con los guías me decían que, si bien no era fácil, por día tenían muchos piques, tanto con carnadas como con señuelo y con un poco de paciencia todos los que salían tenían su chance. El panorama era por demás de alentador y lo confirmaba otra lancha de la cabaña, en la que se habían devuelto un par de dorados de muy buen tamaño. Arreglamos con Juan, uno de los hijos de Daniel, que saldríamos a primera hora de la mañana para aprovechar el fresco e intentar suerte para que los chicos tengan una experiencia diferente. A pesar de que eran las 6:00 de la mañana, apenas les avisé a Bruno y Franco para que se levantaran, saltaron de la cama sin el más mínimo problema, ansiosos por salir a pescar. Bajamos a la playa y nos estaba esperando Lucas, el hijo menor de Daniel, que también se sumó a la salida, así que era exclusiva de chicos, mientras Luque y yo sólo seríamos espectadores. Nos dirigimos a la “cancha dorada” que está a minutos aguas arriba de Punta Gallino, que era donde se estaban dando algunas capturas de surubí. Armamos dos equipos para no dificultar las pasadas con una vara Feenwich GT de 25lb con reel Abu y multifilamento de 0.22 y otra vara Five Star de 25lb con reel Quantum con monofilamento de 0.40, como para ver en esta oportunidad qué era lo que mejor funcionaba. Al llegar a la cancha ya había unas quince embarcaciones pasando señuelos y unas cinco o seis intentando con carnada; le pregunté a Luque, el guía, por si había algún color en especial, ya que sucede en algunas oportunidades que el color del señuelo hace la diferencia y, como lo suponía, el verde atigrado era el que mejor estaba dando resultados. Largamos los señuelos y para mi sorpresa comenzamos las pasadas en diagonal aguas arriba; por general la mayoría de los guías lo hacen aguas abajo para buscar al surubí. Confiando en la pericia de nuestro guía esperamos los resultados, una y otra vez pasábamos sobre la cancha cambiando cada pasada metro a metro en busca de los peces; al no tener resultados decidí cambiar el señuelo, las demás embarcaciones se fueron en busca de otras zonas, ya que hasta el momento corrían con la misma suerte que nosotros, pero mi guía se tenía fe, tarde o temprano vamos a pegar uno, la pesca de estos trofeos es así, la paciencia es la que mejores frutos da y, si bien en ocasiones es tedioso el trolling, la recompensa puede ser muy buena. Cerca de las 11:00 los chicos ya estaban un poco impacientes pero, justo en el momento en que pensaba regresar, la caña de Franco acusó el pique esperado. Después de aguantar la primera embestida le cedí la caña para que lo pelee. La lucha no daba tregua y casi como un pescador experimentado poco a poco fue arrimando el pez, un hermoso cachorro de algo más de 20 kilos. Los gritos de mi hijo eran increíbles y, como padre, estaba tocando el cielo con las manos, si bien como pescador es lindo ver estos peces, como padre el ver a mi hijo disfrutar con la misma pasión que lo hago yo era la frutilla del postre. Una vez agotado, vimos que había tomado el señuelo con la boca, lo que apenas dejaba ver la paleta fuera de ella, aprovechamos para arrimarnos a la costa para hacer unas buenas fotos y devolverlo rápidamente al agua. Sólo bastaron un par de horas para que el Itá Ibaté nos regalara nuestro primer gran trofeo, así que ya era muestra suficiente del excelente momento que está atravesando este tramo del río. Como por la tarde llegaba un grupo grande de pescadores, Daniel nos invitó para ir al otro hotel que está en Yahapé, en el que nos estaba esperando Francisco. Cuando llegamos quedé sorprendido de lo lindo que estaba, todo perfectamente ordenado y una picada servida para disfrutar del atardecer sobre el Paraná. Coordinamos para salir al día siguiente tratando de repetir una buena pesca y, como de costumbre, ya a las siete estábamos en el río con todo listo. En esta oportunidad estábamos sólo el guía Tutuco y yo, ya que los chicos estaban cansados del día anterior. Navegamos aguas arriba unos minutos para hacer la primera pasada y el guía me insistió en que usara un señuelo azul oscuro, lo único que tenía era un Alfer’s negro con naranja y, apenas lo vio, no dudó en darme el ok. Largamos unos 100 metros y con el motor casi regulando, aguas abajo entramos en la cancha. Mientras todavía nos estábamos acomodando siento el sacudón en la caña y, tras eso, la llevada característica del surubí, realmente no lo podía creer, en la primera pasada ya teníamos uno peleando, la fuerza del pez dejaba ver a las claras que se trataba de un excelente ejemplar, la pelea se prolongó por más de 35 minutos hasta ver una gigante silueta en la superficie. En esta ocasión el señuelo había hecho mella en la cola de pez, con cuidado lo izamos y ahora si valía un sapucai, hacía bastante que no tenía el gusto de sacar un ejemplar de semejante tamaño. Para asegurarnos unas buenas fotos volvimos a la costa y rápidamente lo devolvimos, en apenas unos minutos el día ya estaba hecho, para qué más, así que me quedé disfrutando con mi familia lo increíble de este paraje.

El turno de otras especies

Como los grandes ya habían dado muestra de su presencia, decidimos buscar el pacú, ya que este lugar es uno de los mejores para pescarlos. Aprovechamos la oportunidad para refrescarnos en un banco de arena en el medio del Paraná, algo que realmente vale la pena hacer y luego nos anclamos en el medio del río para esperar el pacú. Una vez ubicados Tutuco largó el cebadero y comenzó la espera, la técnica en este lugar es buscarlo en los sectores donde el agua corre con fuerza, utilizando maíz como carnada. Como el agua tenía fuerza armé el aparejo con un plomo corredizo de 80 gramos, mientras el guía usaba uno de 40; a los pocos minutos tuvimos los primeros piques de bogas, lo sorprendente fue el tamaño de las mismas, casi de tres kilos. Tras concretar un par de capturas y ver la frecuencia de los piques, decimos buscar a los chicos para que disfruten de esta pesca. Regresamos al lugar y empezó la diversión, en apenas un par de horas pudimos concretar más de 20 capturas y entre ellas un salmón de casi dos kilos, sin dudas es una de las especies más lindas para pescar. La fuerza que oponían en cada lucha hacía vibrar a los juveniles pescadores y hasta mi señora no aguantó la tentación de pescar un par. Una gran tormenta en el horizonte nos hizo salir apresuradamente del pesquero, así que al día siguiente regresamos para ver si en esta oportunidad podíamos dar con los pacúes. Apenas llegamos en el primer tiro el guía clavó un hermoso salmón de casi 4 kilos, algo que pocas veces se ve y, tras de él, empezó el festival de las bogas, evidentemente el pacú no tenía tiempo de llegar a tomar la carnada por la gran cantidad de bogas presentes, de todas manera la jornada era por demás de entretenida. Como la pesca ya estaba hecha optamos por descansar por la tarde e intentar hacer unas pasadas con señuelo a última hora, con la intención de buscar al dorado, pero una vez más una corrida firme en la caña del guía nos puso mano a mano con otro gran pez, la lucha no daba tregua y por más fuerza que le hacía apenas podía dar un par de vueltas del carrete para luego perderlo nuevamente. Por momentos pensamos que estaba trancado en algún enganche, pero los cabezazos nos mostraban lo contrario; después de casi una hora y media el pez no mostraba síntomas de cansancio, en cambio yo estaba fundido, el sol ya se había escondido y seguíamos sin darnos tregua, hasta que en una de las cinchadas el señuelo zafó, dejándonos con las ganas de ver de qué se trataba. Esto pasa muchas veces y sólo queda en nuestra imaginación lo que pudo haber sido, lo que deja en claro es que aún hoy el alto Paraná nos sigue sorprendiendo, en esta oportunidad ganó el pez en buena ley. Ya con una pesca increíble sólo nos quedaba visitar Itatí, donde está el tercer hotel de Puerto Paraíso, en el que Federico tiene armada la operatoria; en otras oportunidades hicimos notas en este lugar, pero esta vez queríamos comprobar si la pesca era tan buena como en los lugares anteriores. La mañana se presentaba fresca, pero en el horizonte se veía un frente de tormenta que amenazaba con cortar la salida, junto con Fede y Jorge, el guía, decidimos no alejarnos mucho por el temporal. Empezamos los primeros intentos derivando con carnada, algo que todavía no había probado, por lo que era una prueba valedera. Apenas en la primera caída un dorado no llegó a tomar bien la anguila, dejando marcas evidentes en las carnadas, volvimos a repetir la misma pasada y en esta oportunidad Jorge pudo concretar un lindo cachorro. Como al temporal se lo veía cada vez más cerca, decidimos darnos tiempo para intentar con el pacú, que aún no había podido concretar; navegamos aguas arriba hasta la isla Limosna, un lugar clásico de pacú, nos anclamos y comenzó la espera. En un momento, mientras dejaba correr el plomo en el fondo, siento el primer pique y tras eso el cañazo, afirmando el primer pacú del viaje, si bien era un ejemplar pequeño la fuerza que tiene esta especie hizo que soltáramos la lancha para izarlo, volvimos al lugar y casi sin pausa siento el segundo pique, en esta oportunidad se trataba de un ejemplar algo más grande, lo que me puso muy contento, no sólo por el hecho de haber tenido la suerte que ambos piques me tocaran a mí, sino que se notaba la presencia de la especie en la zona. Como decía Jorge, es un lugar que siempre da buenos pacúes, sólo hay que esperarlos, lamentablemente la tormenta estaba cada vez cerca y me hizo acordar a una nota de un par de años atrás, donde nos sucedió lo mismo, cuando no queríamos renunciar al momento de pesca. Mientras empezábamos a ordenar para volver, Fede concretó el tercer pique de pacú, que desafortunadamente zafó del anzuelo. Una vez más Cabañas Puerto Paraíso nos dio la oportunidad de concretar una de las mejores salidas que me tocó vivir, y seguramente en los primeros días de marzo estaré por allí para volver a intentar buscar los grandes trofeos del alto Paraná, con la ventaja de contar con tres de los mejores lugares de pesca, con toda la comodidad y excelente atención de un gran grupo de profesionales al servicio del pescador.



PARA IMITAR

Mientras estamos en Yahapé, un grupo de pescadores conformados por Marcos, Fabián, Fabián Pérez, Mauro, Marcelo y Aníbal de la ciudad de Álvarez, provincia de Santa Fe, no sólo se dieron el gusto de pescar un par de dorados espectaculares y dos ejemplares de surubí soberbios, sino que devolvieron todos los peces al agua y, Marcelo se dio el gusto de nadar al lado de surubí hasta que éste tomó fuerza para regresar a su hábitat. Bravo muchachos, realmente disfrutaron de la pesca en su máxima expresión y le hicieron honor respetándola, devolviendo cada uno de los peces al agua.

CABAÑAS PUERTO PARAÍSO
Itá Ibaté, Yahapé e Itatí. Alojamiento en habitaciones con aire acondicionado, excelente gastronomía, guías profesionales, embarcaciones amplias y seguras.
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